Jordi Costa
Las estanterias de Jordi Costa
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Del Palmar de Troya a Almodóvar: la contracultura española en 12 libros
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Lo que opina Jordi Costa
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Años después de documentar la vida subterránea de la comunidad homosexual, sus rituales y arquetipos, con sus historietas de la detective trans Anarcoma, Nazario abre su ambicioso proyecto memorialístico contándolo todo. La Contracultura fue, ante todo, un proyecto vital y este entregado militante del placer reconstruye su mapa de afectos íntimos y procaces experiencias con impúdica generosidad.
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Años después de documentar la vida subterránea de la comunidad homosexual, sus rituales y arquetipos, con sus historietas de la detective trans Anarcoma, Nazario abre su ambicioso proyecto memorialístico contándolo todo. La Contracultura fue, ante todo, un proyecto vital y este entregado militante del placer reconstruye su mapa de afectos íntimos y procaces experiencias con impúdica generosidad.
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Cuando todo empezó, él ya estaba ahí, pero sigue en pie, evaluando los ecos del fenómeno, entrevistando a supervivientes y, sobre todo, rescatando el texto íntegro de su fundacional De qué va el Rrollo, uno de los primeros textos que levantaron acta de la explosión underground. Un libro que acredita a Ordovás como hombre de pasiones tan duraderas como su inquebrantable lucidez.
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Hermano de Pasqual Maragall y nieto del poeta Joan Maragall, Malvido no sólo fue un testigo a pie de calle de la revolución contracultural, sino también una de las voces más comprometidas en encontrarle una articulación política al fenómeno. Sus crónicas para la revista Star son un valioso testimonio directo y un iluminador ejercicio de síntesis analítica.
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En aquellos tiempos, una redacción periodística podía ser ágora, trinchera o escenario de intercambios y promiscuidades. Pepe Ribas rememora sus años al frente de la revista Ajoblanco en una obra fundamental que es, al mismo tiempo, novela de iniciación, libro de memorias y discurso de confrontación con un presente que se dejó amordazar.
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Acabó diseñando a la mascota olímpica, dejó su huella en el skyline barcelonés y amuebló no pocos pisos burgueses, pero Javier Mariscal quizá fue el dibujante underground más puro: su poética ingenua y contemplativa apelaba a los orígenes del medio –Krazy Kat-, transformaba mitologías ajenas –Disney- y celebraba un hedonismo mediterráneo que elevaba la inmadurez a una exquisita forma de sabiduría vital.